20/1/11

HOMBRECITO


Nancy no podía dormir. Era una noche del invierno y aún cuando todo era oscuridad, la tarde recién había caído.
Jugó en la cama hablando y acariciando su muñeca rubia. Sus hermanas , agotadas por el intenso juego de ese día, rendidas por el sueño, prontamente se durmieron.
Más allá, en la cocina, como es normal que hagan los padres, papá y mamá convesaban despreocupadamente sobre el invierno y el clima del mes de junio.
Nancy estaba cansada así que luego de varios intentos por quedar cómoda junto a su muñeca, finalmente se puso boca abajo y se inclinó tanto , que su cabeza quedó colgando por lo que podía mirar bajo la cama.
Fue entonces cuando lo vió por primera vez. Ahí, bajo la cama de madera , estaba el diminuto ser.
-Es un hombrecito-pensó. Y se alegró mucho con ello.
El pequeñísimo ser irradiaba una luminosidad que mantenía la claridad bajo la cama, parecía estar trabajando en algo muy importante, pues iba y venía en un movimiento constante.
Nancy no podía precisar que es lo que realmente hacía.
En todo caso, le pareció de una increíble ternura. Los seres más pequeños, siempre son atractivos para los niños. Se veía bastante concentrado en este ir y venir. Nancy avivó sus ojos que ya casi se cerraban y percibía que aquel hombrecito de pronto la miraba un tanto malhumorado. Finalmente mirando la luminosidad bajo su lecho se quedó dormida.
-¡Qué niñita!- exclamó su madre cuando la encontró dormida de ese modo. Y suavemente la acomodó en su cama.

Nancy despertó al día siguiente más tarde que lo usual, en silencio bajó de su cama y buscó por todos los rincones. Levantó la ropa y se deslizó por el piso , pero no había nada.
-Tal vez, ya se fue- Es lo que pensó. El día era muy intenso y no había tiempo para buscar hombrecitos tan pequeños.


Al anochecer , entonó una canción de cuna para su muñeca, hizo unas oraciones junto a ella , escuchó las voces y las risas de sus hermanas y junto a sus otros juguetes intentó dormir.
Recordó al hombrecito de la noche anterior.
Entonces bajó de su cama y tendida bajo el suelo le cautivó una vez más la escena que contemplaba: Una extraña luminosidad envolvente dejaba ver la imagen de un hombrecito que iba y venía en un trabajo interminable, parecía muy ocupado, como quien lleva cosas de un lugar a otro, dejándo ver en su semblante un tono de malestar y disgusto. Se trataba de un hombrecito muy malhumorado.
Ella permaneció en el piso, olvidó sus juguetes, olvidó a sus hermanas, a sus padres en la otra habitación, y se extasió mirando el trabajo de la diminuta figura bajo la cama. El cansancio del día le hizo dormir sobre el piso helado.
Así permanecía cuando su hermana la encontró. Dormía y sonreia profundamente.
Al fin y al cabo ver el movimiento de aquel hombrecito, era la mejor manera de dormir a una niña.


La misma escena se repitió a la noche siguiente y a la subsiguiente. Y por varias noches, la niña se encontró dormida bajó la cama con la cabeza hacia abajo.
-Algo le ocurre a esta niñita- Pensó su madre.

Sin embargo la situación empeoraría aún mucho más.
Nancy comenzó a despertar en la mitad de la noche, se bajaba somnolienta de su cama y se deslizaba bajo el piso frío: La luz bajo el lecho no sólo iluminaba y envolvía el interminable trabajo de aquel ser diminuto , sino que además producía el calor para que la niña durmiera plácidamente.
Muchas veces sus hermanas escucharon un murmullo en medio de la noche, pero ocurre que las noches de invierno vienen aparejadas con la monotonía del lluvia sobre los tejados, sonido incesante que adormece hasta los recuerdos.
La preocupación de la madre aumentó. Sin embargo permaneció en silencio. Algo le ocurría a su pequeña nancy, la menor de sus tres adoradas hijas.
Decidió que lo mejor sería revisar la habitación y cambiar la posición de lo que contenía aquel cuarto pequeño. Las piezas de las niñitas van acumulando juguetes, revistas, lápices, ropa y todo tipo de pequeños detalles.
Cambió la cama, revisó y limpió cada rincón y secretamente quiso buscar la causa del extraño insomio de su hija.
Finalmente pensó- Tal vez lo que necesita es  un médico-
Es lo que la gente adulta siempre supone de los niños.


Un sábado por la noche, luego de abandonar el comedor, Nancy se recostó bajo el piso de su cama, cruzó sus manos bajo el mentón y observó una escena bellísima:
El lecho se había iluminado desde un rincón y la luz magnética lo inundaba todo, una cálida brisa envolvía a la niña y muy muy lejos se podía percibir a interválos las voces de sus hermanas.
No era uno ni dos, eran muchos hombrecitos, tan pequeños como sus dedos, aparecían de todas direcciones , corrían y saltaban llamándola constantemente con sus manos, Nancy de pronto escuchó melodías que venían desde el rincón de su cuarto, la música era algo así como las hermosas rondas de la infancia , aquellas que todo niño ha entonado y que eran ejecutadas magicamente por instrumentos diminutos. Esta música le atrajo aún más cerca ,en una quietud sin límites donde se encuentra el embrujo del tiempo y del espacio. Y junto a tantos amigos viajó a ese mundo de miniaturas dondé cantó, corrió y danzó como la más feliz de la criaturas.
No había caramelos ni juguetes en el mundo comparable con este instante de feliz infancia.
Con el letargo de la dulzura, en la escena más tierna para las almas sensibles, extasiada y rendida, el sueño la envolvió y durmió languidamente.
Afuera el invierno dejaba caer sus penas, el monótono y constante ruido de la lluvia cubría la aldea y un arco iris luminoso le hizo soñar con los colores.
Era cerca de la medianoche cuando terminó la velada familiar.
Un mezcla de temor y espanto se apoderó de todos cuando descubrieron a Nancy bajo la cama, percatándose  que a pesar del frío de la noche, la habitación estaba agradablemente temperada y que su cuerpo relajado tenía el color rosa de la primavera.
La retiraron lenta y cuidadosamente, como se transporta la porcelana, y la depositaron en la habitación de los padres. Sus hermanas sollozaron, pero Nancy sonrió levemente y entrabriendo sus labios y sus párpados sólo musitó : hasta mañana.


La pequeña, comenzó a buscar siempre a sus amigos. No sólo al caer la noche, más bien en todos los momentos, en la mañana, al mediodía, por la tarde.
Ya sabía su madre que si no la encontraba deambulando por la casa construyendo palacios y castillos, inevitablemente estaría bajo su cama. Ese era el imán de su pasos.
-Ellos me llaman -decía-los hombrecitos siempre me están buscando.
Es lo mismo que repitió cuando visitaron al médico y cuando vino el sacerdote luego de la Misa del domingo.
-Es que son mis amigos, son muy entrenidos y trabajan mucho.


Pasaron los días y los meses.
Nancy compartió con su madre el maravilloso secreto. No había ninguna duda que bajo la cama estarían siempre sus diminutos amigos, los hombrecitos que le llamaban alegremente y jugaban a desaparecer en cada momento
Y allí estaba el primero de todos, aquel ser de mal humor que la parecer no le gustaba que interrumpieran su eterno trabajo. Ir y venir ir y venir.
Las madres siempre comprenden todo, es la facultad de las madres
Por tanto su madre continuó alzandola cada noche , acariciando sus mejillas para depositarla en su cama y velar su inocente sueño.
Las hermanas indiferentes a las fantasías de una niña chica, terminarían por acostumbrarse a esta situación
El invierno se fue alejando y una vez más la tierra se cubría de aromas y de perfumes. El sol penetró por entre los arbustos en la búsqueda de los pequeñísimos seres de la tierra.
LLegaba la primavera , pero aún con todo su esplendor los días continuaron siendo breves para los niños de la tierra.


Una noche, Nancy ya agotada de sus juegos, intentó encontrar a sus amigos como cada noche, pero ellos ya no estaban ahí.
Les llamó suavemente pero ellos no respondieron, les esperó pero ellos no llegaron.
Cuando su madre vino a su cuarto para repetir el ritual de cada medianoche, encontró a su hija dormida dulcemente junto a su muñeca. Suspiró y sonrió. 
Aquella noche todos durmieron en la placidez del sueño. Del mismo modo ocurrió la noche siguiente y también la subsiguiente.
Un día cualquiera Nancy ya no miró a sus amigos, ni los buscó.
Fue lo más natural que ellos se hubieran marchado, tal vez en busca de otro amigo pequeño.

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