21/3/11

UN DIA DE FELICIDAD. Cuento breve


El reloj de la cúpula marcaba las siete y media. 
Ese día amaneció luminoso, el sol radiante reflejaba brillos y colores en los ventanales de los altos edificios.
Hubo canto de golondrinas, el verde brillaba en los matorrales, en cada árbol de la ciudad.
Extrañamente la muchedumbre sonreía, hasta el tráfico parecía más rápido y fluido, el aire se respiraba limpio y aún cuando era viernes, la fila en el banco fue apenas un suspiro.
Su sonrisa ocultaba un secreto y una ansiedad sin límites, en su bolsillo un vale vista. 
El primer pago luego de tantos años de cesantía.

14/3/11

ANA MARIA




Ya te he dicho Ana María que dejes esas cosas. Que tienes el sagrado derecho a la vida y a la juventud.
Te he explicado Ana María, que no te corresponde cambiar el mundo y que el universo gira muy bien de este modo. Que tu familia está bien así.
Ya te había dicho que no armes ni desarmes problemas, porque lo seguro es que te echarán del trabajo.
¡Y qué trabajo...!
Déjate Ana María de lloriquear en silencio, de fumar cigarro tras cigarro, casi hasta la colilla. Déjate ya de mirar el mundo con el puñal en tu mano derecha, con esa furia nerviosa en tus ojos y tu hígado alterado de tanto masca que masca chicle.
Y dime: ¿Por qué arrastras el paso al caminar desafiando el oxígeno y por qué no te distrae ver lo que distrae a los demás?
¿La televisión?, ¿Las series de Televisión? (o teleseries)
Ah, la de las tres: Que llegó Daría y que se encontró con el violador. Eh, ahí está la Dalia y la Francia y ¡OH, es la Sol!
-¿Por qué no le bajas el volumen a ese aparato?
Ay, ¡Cállate por favor chiquilla!
Pero mira ¡que bien se ve la Soledad!
Debe ser la luz del estudio. Si pos, con tantos adelantos y cosas de la tele.

No te das cuenta Ana María, que con ese pelo corto no impresionas a nadie. Que con tus kilitos de más en las caderas pareces como un avestruz, amén de tu blusa y tu pantalón azul que te desfigura todo, y ese color azul que te hace ver más pálida y con tu rostro incoloro.
Y siempre lo mismo, nunca aprendiste que debes sentarte bien, no pongas los codos sobre la mesa y no abras tanto tus piernas.
Y yo que escucho tus lamentos mientras te lagrimea el ojo izquierdo, el pañuelo blanco cerca de tu boca, el pañuelo que guardas siempre metido en la manga de tu blusa...Y tu tono trágico pero despreocupado
-Que me echarán del trabajo, No, no he terminado mis estudios...Es que no puedo, mi hogar ahora es una calamidad, todo anda mal, nadie me ha comprendido nunca. Nadie entiende nada.
¡Uf, la vidita que me toca! (y llantos y lloriqueos usando el pañuelo humedecido)



Sentada junto a los ventanales, con los pies entumecidos, las manos muy heladas y la nariz irritada por el resfrío y el uso del papel higiénico, Ana María que mira el patio del colegio blanqueado por las heladas del mes de julio.
Afuera-piensa-debe haber dos tres grados, pues la niebla más parece una ficción. En la sala de clases el calorcito emana de los cuerpos de los compañeros, de su respirar. Y los ventanales que se han ido empañando.
-¡Qué ganas de fumar!-
Pero adelante está el guatón pesado:
-Qué el proceso de la foto síntesis y el oxígeno. Y la loca de la Paula, siempre con esa carita de atención y tomando los apuntes con cuadritos, llavecitas, dibujitos, letritas chiquitas...
Y Ana María siempre mirando y dibujando arañas, moscas, cruces y corazones.

Deben ser ya las diez de la mañana y ¡putas, maldición!-que no es aún la hora del recreo, y masca que masca el chicle con mayor nerviosismo que antes.
Por eso, para dejar claro este proceso oxígeno, anhídrido carbono, es necesario observar el fenómeno de los vegetales.
-Ay Paula, que no anotaste el carraspeo del guatón y no subrayaste con el color rojo en el cuadernito con espiral y portada multicolor.
Y ¿Para qué Ana María, tienes que concentrarte en la clase y no pensar en tu pololito?
Además debes pensar también en que a la tarde tendrás que almorzar a la carrera para luego ir a tu trabajo.
Por eso, te recomiendo Ana María, que prestes toda la atención a tu profesor de Ciencias y escucha con mucha atención lo muy importante que es para la vida la purificación del aire y porque por este motivo se justifican las áreas verdes. Entonces, un día estarás clarita sobre la intensidad con que tiene lugar la fotosíntesis, esto es, la cantidad de sustancias orgánicas que se forman a partir de la savia cruda y el dióxido de carbono, bueno esto depende de una serie de factores. Estos son fundamentalmente tres: la intensidad luminosa que recibe la planta (carraspeo), la concentración de dióxido de carbono y la temperatura.
El gordo exhaló vapor. ¡Qué ganas de fumar!-Bueno, tal vez sea en el recreo, en el servicio higiénico.
Mary ¿Convídame un pucho?
Quizás será mejor esperar la salida a eso de un cuarto para las dos, cuando vamos todas juntas a tomar el bus.



Cuando son las siete de la tarde y la noche ha llegado, porque en el invierno la noche llega mucho antes, en esa hora, cansada, sin más ánimo que tomar una taza de té caliente, aún con mucho frío y una cara agria, con la cabeza en los cuadernos del día siguiente (y este Manuel que estará ya en su casa, tres puertas más allá) Ana María llega y se instala en su hogar.
Como siempre, la puerta de la entrada se traba y putas, mi papá que nunca la arregla. En fin.
Seguramente no habrá pan y no habrá té y las tazas estarán sucias en el lavaplatos, sobre la mesa en el mantel plástico, estarán los cuadernos de la Claudia, que justamente a esta hora se dedica a hacer sus tareas con la tele prendida, tragándose todos los comerciales y todas las cancioncitas:
Que el placer de fumar, que es para hombres bien hombres, que si quieres sentirte libre, que tus cabellos necesitan cuidados para lucir vaporosos, que te puedes acercar sin límites...¡Qué mierda!
Ricos son los tallarines y esta salsa, y esta otra, que junte cinco logotipos, envíelos en un sobre y podrá ganar un flamante automóvil cero kilómetros.
-Desocupa la mesa por favor o al menos saca estos cuadernitos ¿ya?
Y ¡puchas! - ¿Dónde hay fósforos?
Que no hagas hervir tanto la tetera, el gas está muy caro, tienes que cuidarlo y luego dale con la Señora Julia que es la que vende el gas.
-Esta vieja está cada vez más ladrona, parece que primero usa los balones y luego los vende. Si, porque así lo hacen... ¿O No?
A esta hora del día todo es tan frío.
Sobre la mesa, una panera, dos panes tostados que no faltan, la taza de té bien caliente y Ana María que tiene clara la economía de la casa, pone tan sólo una cucharada de azúcar en el té. En ese momento aparece la mujer rubia de la tele que dice: "Esta es la única sacarina que en un plashhh...una a una" y otra voz diciendo luego: "Haga prosperar su dinero y los intereses de la más alta rentabilidad en el mercado de capitales". Y nuevo concurso del mejor té del mundo.
Musiquita de fondo...Hoy fútbol internacional vía satélite, directamente desde Asunción.
Anita tomando el té pausadamente, sorbo a sorbo, cuchara en mano, una cucharadita, otra, otra, la vista fija en un trozo de pan desmigado, otro sorbo de té y la cuchara más bien secándose en los labios, algo así como una caricia en la lengua.
Comienza la teleserie de mayor impacto y eh, música de teleseries y tú:
Anda y lava las tazas, guarda el pan que ha quedado, guarda y esconde el azúcar, así como lo hacen siempre. No ahí no. En baño María, en la fuente amarilla de plástico porque si no las hormigas. Ah. Que ¡hormigas! Andan por todas partes comiendo y destrozando todo: azúcar, harina, pan , caramelos, perros muertos, ratones, mermeladas frutas. El azúcar, cuida el azúcar.



No creas que no lo se.
Yo sé que sufres Ana María. Sobre todo con tu pobreza, con tus ambiciones frustradas y con esta sociedad maldita que no parece ser la tuya, pues a más caminar por la vida, más cuenta te das que no es para tí. Te parece tan injusta, tan fea y perversa, tan hipócrita y falsa. Y te comprendo Ana María.
De pequeñita hacías el ridículo frente a tus compañeros, con esas coreografías tan ingeniosas que tu misma inventabas, eso de muévete para allá, salta para acá. Un dos tres, adelante. Pausa. Un dos tres, atrás y ritmo, y la cancioncita pegajosa: " Help, ayúdame, en tu amistad he puesto todo mi ser. Help, ayúdame y tiéndeme la mano de un hermano, help, ayúdame".
Yo sé que te molesta ver tus sobrinos sucios deambulando por la casa, la cara manchada, las manos extendidas pidiendo pan, pidiendo un caramelo, pidiendo la papa o lo que sea.
Pero lo más que te deprime, es saber que la Loreto (y esta si que es tonta...), ha tenido dos niños sin haberse casado. Y esto cayó como una nevazón sobre tu hogar (bien sabes tú lo que es la nieve sobre fonolas).
Dos hijos sin tener marido y ahora sin tener comida; y todo el día gimiendo en torno a la mesa: ¡Tía, tía tíaaaaa!

Pues bien Ana María, que tu vida parece ser una calamidad y una pesadilla. No obstante la rutina cotidiana de que a las seis y media levántate y pon la tetera. De que anda a comprar el pan en el almacén de la esquina. 
Despertar a tus hermanos, vestirse con el viejo uniforme del colegio, esa que ya brilla de tanto uso y la corbatita, este es el detalle que más les impresiona en el colegio. Después a carreritas para alcanzar el bus justo ahí en la esquina de tu pasaje, repleto como siempre, con el olor de la piel sucia y las mismas caras de siempre, los obreros de la industria con el rostro curtido portando el bolso de la vianda, las mamás con guaguas para bajarse en el consultorio más cercano, colgando el bolso y las mamaderas, las guaguas envueltas en pañales y frazadas oscuras.
Y después la conversación del partido de fútbol, del que pasó o del que va a venir, y que me cobró el penal, y que el foul y que el off side y putas el Joselo que jugó bien. Nos veremos mañana.
Sin embargo yo sé Ana María, que a ti te gusta ver los muchachos con el uniforme escolar y les miras con disimulo y tienes tantos amigos. ¿O no? Sé que te gusta acercarte con tu bolsoncito verde, ese morral que tienes desde la navidad con las palabras paz y love. Y sé que aprovechas la música que puso el chofer y le das a este momento un toque romántico:



Hey, yo sé que tu también recordarás
que siempre que intentaba hacer la paz
eras un río y yo mar...
Y el chofer acelera que acelera, pero sólo la bulla, porque el bus no avanza nada y sube más y más gente: Córranse por el pasillo atrás la máquina está desocupada.
Hey ya ves que nunca he sido tuyo ya lo ves. Que nunca me has querido ya lo sé
Y tu "hola cómo estái" y en la radio del bus la voz ronquita del locutor: signo, Aries, amor, hay un futuro muy promisorio que se inicia en este día. Salud. Cuídese de los cambios de temperatura. Dinero, pruebe el día miércoles con el número cinco. Leo, amor.... ¿Cuál es tu signo? Claro, inevitablemente el temita tiene que venir y el bus deteniéndose en todas las esquinas y lo mismo después por la carretera...Y los autos que pasan veloces. ¡Qué rico tener un auto! Podría ser azulito o mejor blanco. ¡A la mierda!


Por eso Ana María, te gusta estar ocupada y que el tiempo se vaya como cada día para no detenerte a pensar.
Vendrás a almorzar como cada día, bueno lo que haya. Y correrás a firmar tu entrada en la tarde para soportar hasta las siete, gente adulta y gente vieja que te manda, te reprocha, te ordena y lo peor de todo , lo que más te revienta, que te aconsejen de la vida y esto acerca de los mayores y de las canas y por Dios esta niñita. Que eres tan joven y debes respetar y la interminable cantinela más y más.



A las nueve y media de la noche, una atmósfera de ensueños rodea tu hogar, tus vecinos, tus hermanos y tu pequeña casita, porque una atmósfera de letargo y de ensueños te inunda Ana María.
Y está tu padre frente al televisor, tu madre planchando y ordenando la ropa de tus hermanos, tus sobrinos se han ido con Loreto a la pieza del rincón y los demás no existen.
Te has quedado cubierta con el poncho rojo contemplando ahora tu corazón y tus pensamientos. 
Y es verdad, tu pololo existe. Le has visto nada más hace un momento. Ciertamente que él no llena este vacío de tu vida ni te mantiene relajada. Es verdad que él vive en el fondo del pasaje y hace poco han estado abrazados como a él le gusta. Han fumado juntos y en un beso de excitación ambos han olvidado el frío intenso de la noche y esta neblina que torna el barrio y la población en algo tenebroso.
No sintieron el hielo de los pies y la mano suya y tuya, se entibiaron bajo los cortavientos y se ocultaron bajo el poncho
Y que hermoso Ana María, experimentar tu existencia en este amor tan purito donde tu ordenas y tu guías. Donde tu detienes el deseo con una preguntita tonta y ese: "espera un poco que me tengo que ir"


Sumida en tus pensamientos, hoy ni siquiera te has fijado en lo que te rodea y has disfrutado esa postura tan tuya. ¿O no?
Sentada, rodeando tus rodillas con los brazos, la mirada fija en el televisor que no ves y tu oídos en pausa atenta a lo que hable tu memoria tu conciencia y tu voluntad. Escuchas los murmullos de tu madre que conversa con tu hermana menor y en la lejanía tu padre haciendo los comentarios del fútbol, de este árbitro maraco y del frío de la noche.
Ni siquiera has reparado, que tu hermano mayor, está en la mesa con los codos apoyados sobre el mantel plástico, la sopa semihelada y el fútbol en la tele que no tiene para él, hoy mayor importancia; más bien, enfrascado en añejos pensamientos y meditaciones ideológicas, filosofando si vale la pena vivir en medio de este mundo y de esta sociedad con equipos electrónicos, valores hipotecarios reajustables, unidades de fomento, sin plata para la locomoción, con este trabajito injustificado y con deseos de mandarse cambiar lejos, más allá de toda esta mierda.
Ana María, una atmósfera de ensueños pasea por tus pensamientos quietos y un letargo de mente y músculos llega hasta tus párpados tristes a esta hora de la noche, Se consume un poco en tu alma y en tu habitación el olor de la parafina de una estufa descolorida y el pensamiento del mañana.


Y te afectaba tanto que te echaran del trabajo, y era tan terrible no tener la plata para comprar un chaleco en el mercado Persa, era muy terrible, como tú dices, llegar a casa en la tarde, mirar a tu madre con los cabellos encanecidos y decir: 
-Me echaron del trabajo.
Porque parece que es doloroso Ana María, verse de pronto con la tarde desocupada y sin la esperanza de la plata del día quince. Pero parece que la mayor decepción es que te ignoren y se permitan borrar con lápiz rojo tu lindo nombre de la lista de personal. Escuchar a lo lejos al jefe que dice: esta si, esta no, esta si, esta no. Si, si, no, no, no....
Esto te afectaba tanto porque ya no tendrías la plata para los cigarros, especialmente el sábado por la noche cuando te vas con tu polololito a la fiesta de la discotheque con el sonido stéreo y el dum, dum, dum y las luces ultavioletas, en la parte más oscura de la cuadra.
¿Y cómo comprarás los cicles que invitas a siempre a tus compañeras del liceo?
¿Y los pastelitos, y las galletitas, y las frutas de la esquina?
Capaz que sea una alegría para tu pololo que tan celoso y tonto.
Que le molesta que no estés con él todo el tiempo y todo el día y que vive preguntándote que has hecho, y cómo y con quién. Pues fíjate que ahora estarás a su lado todo el tiempo en la casita en el pasaje número dos y podrá preguntar por tí a tu hermana chica.
Cabra chica que siempre anda con sonrisitas y con caritas diciendo: yo no soy como ella, y que voy a ver si está, y que ella no está pero estoy yo.
¡Cómo no te iba a preocupar quedar de pronto sin el trabajito!
¡ Si lo habías conseguido después de tanto molestar!
Después de escuchar varias veces la frasesita:
-Dése una vueltecita mañana
Frase ingeniosa que traduces de inmediato como "andate a la mierda".
Cómo a tanta gente ¿no?


Porque tú no eras la única que buscaba una entradita para sus gastos. y nada más que para no estar de balde durante tantas horas en que la mamá, dale que dale con el sermón archiconocido de que me he sacrificado tanto, toda mi vida y trabajando día y noche y ¿para qué? Si no aprovechan el tiempo, y anda chiquilla suelta, que nunca has respondido a mis sacrificios, he tenido puros dolores de cabeza con ustedes y todos son un montón de malagradecidos conmigo y aquí lavando y planchando, poniéndome vieja  para criar y alimentar vagos que no sirven para nada...Y más encima llegar con crías de cualquier infeliz callejero.
Por esta razón, Ana María, era más indicado llegar al Liceo, almorzar la sopa en la mesa pelada, sin compañía, sin mantel de género y sin pan para acompañar la ensalada de tomates. Y luego, anda Ana María, firma la entrada y desaparece durante las horas de la tarde, haciendo qué se yo que tonterías, tú sabes, donde te envíen de tu trabajo : un día a barrer, un día a hacer largas listas manuscritas, un día a comprar lo que te ordenen , a cortar y archivar papelitos y todas las hojas de oficio.



Y te afectaba tanto todo esto, algo que te destruía y te hacía llorar. Verte indefensa, sin plata, sin cigarros sueltos y ni un peso para la micro.
Más que nada de contemplarte en esta realidad, de tu casa sucia, de tu casa sin pintura, estrecha, con  olor a frituras, a humedad y grasa.
Por eso lloraste largamente en tu miseria.
Y más que una adolescente de jeans ajustados, de  pelo corto, de  poncho descuidado, llorando y gimiendo: tú eres la mujercita pequeñita, frágil que en forma tierna, suave burda y sutilmente comienzas a nacer.


¡Cuántas veces te diré Ana María que te dejes de lloriquear..!
Es que no puedes sollozar cada vez que hables de tu vida, cuando te baja la melancolía por los seres que amas y se te unen en la mente: tu madre, tus hermanos y sobrinos.
¿Para qué tanto sentimentalismo y egoísmo de aparecer como la salvadora de tu hogar y de reunir en tormo a ti todo lo disperso?
Déjate de mirar lánguidamente las rosas del invierno y el rocío de la mañana (que ya se que es bello) apareciendo tu como la hoja verde.
¡Al diablo con tus tonterías!
Que debes vivir la vida que es para ti. Que aproveches las horas y los días de tu juventud, que no atraigas más fantasías, derrotas ni fracasos mañaneros, porque te puedo asegurar que se van rápido los años, los días, las horas.¡Mierda..! Hasta los segundos y toda cuanta medida tiene el hombre para hacer coincidir el tiempo con su pequeñita existencia.







10/3/11

LA INCOMPARABLE CECILIA



Cecilia bajó desde el escenario entre vítores y aplausos,  ante un fervoroso público interpretó lo mejor de su repertorio. El ambiente estaba cálido y revuelto, el público cantaba y reía, cualquier situación era una contagiosa alegría que merecía un brindis con los amigos y las mesas vecinas.

Las luces iluminaron a los asistentes quienes coreaban el nombre de la “incomparable Cecilia” gritando: ¡otra, otra, otra!

Ella reclamó su dinero para el taxi y salió apresuradamente del recinto. La calle estaba desierta, una espesa niebla cubría la ciudad. Eran cerca de las tres de la madrugada.
El taxi viajó hacia los suburbios de la ciudad y se detuvo en la esquina del estrecho pasaje de donde descendió nerviosa.

El llanto de su hija pequeña le esperaba en la humilde habitación, estaba enferma hacía días; durante la noche la tos se intensificaba.

Se despojó de su peluca, de su traje y se limpió el maquillaje intenso del rostro. Una vez más fue la normal Juana Naranjo, la "Cecilia” del  pasaje nueve; una de las mejores "Cecilia" que había en la ciudad.

9/3/11

EL ESPEJO. Cuento breve


Nada iba bien para ella, la vida se tornó adversa y el túnel de la decepción se hizo mas extenso.
La causa de tanto fracaso y de tanta derrota estaba, según ella pensaba, en su propio hogar.
Frente a su cama en el pequeño dormitorio, desde hacía varios meses, un gran espejo roto.
Esa mañana de invierno, como cada día, se disponía a efectuar la travesía por la ciudad, pensando en terminar sus angustias.
La carretera central estaba despejada y húmeda, era la mañana de junio y los vehículos transitaban de norte a sur a gran velocidad. El expreso  hizo su recorrido en forma expedita y ella en pocos minutos caminaba por la vereda lateral con el gran espejo bajo el brazo. Un espejo roto siempre es causa de desgracias e infortunios.
Con paso nervioso y con la idea inquietante rondando en su mente, se acercó al puente Bulnes sobre el río Mapocho. "Mátame de frente", leyó de reojo en un descolorido mural que representaba las bayonetas de los soldados apuntando a un sacerdote.
Caminó hacia el centro del puente gris,  desde donde a unos cinco metros hacia abajo, el torrente oscuro corría a gran velocidad; a sus espaldas los vehículos sobre el puente encendían las luces y activaban el limpiaparabrisas, la superficie vibraba levemente.
Con sus manos temblorosas, desde allí , arrojó el espejo que golpeó el agua y se rompió en pequeños trozos,  que se perdieron de vista rápidamente.
La corriente del río se llevaría la mala suerte y sus desgracias.
Respiró profundamente y se encaminó hacia  el sector de Matucana.
La lluvia se desató sobre la ciudad, ella aceleró sus pasos procurando controlar la emoción...



7/3/11

ÁLVARO

 
Hacía ya más de quince días que Álvaro iba y venía intranquilo, con su mente puesta en aquella tela blanca que permanecía inmóvil y muda en el atril.
Desde su última pintura quedó insatisfecho y vacío pensando que podría tal vez obtener mejores resultados. Pero hasta hoy, en vano luchaba por encontrar una respuesta.
Había adquirido una tela más grande que lo habitual, pues, generalmente, el tamaño que usaba le quedaba estrecho para la contención de su ímpetu, una vez que tomaba los colores. De esta manera derrochaba el óleo inútilmente sin hacer el cálculo adecuado. La última vez-pensó-mientras caminaba a la tienda, quedó una gran cantidad de amarillo y rojo sin usar y en realidad ya todo el espacio de la tela se hacía estrecho y limitado.
Por esta razón, una tela de amplias dimensiones, le ayudaría en su nueva creación.
No obstante ahora, recorría su taller de lado a lado, miraba sus creaciones anteriores, recordaba las reproducciones de clásicos famosísimos, examinaba su mente y su memoria recorriendo con el pensamiento calles, avenidas, parques, mercados y senderos buscando los nuevos elementos que configurarían su nueva pintura.
Era inútil, nada parecía vibrar en su inspiración.
Sobre el viejo escritorio y en torno al atril docenas de bocetos, decenas de croquis que podrían convertirse en la pintura definitiva.
Con estos mismos pensamientos se había dormido la noche anterior, mirando en la oscuridad las siluetas de los árboles que se movían en el cristal de los ventanales. En sueños le pareció estar pintando algo, pero al amanecer la imagen se tornó indescifrable.
Álvaro permaneció sentado en su pequeño taller, mirando la tela blanca con un carboncillo en la mano y con muchas hojas de dibujo sobre la mesa.
Así le sorprendió el mediodía.
Su impavidez fue decreciendo hasta convertirse gradualmente en una angustia que le aquejó amargamente.
Lo que no comprendía era por que precisamente ahora tenía este gran vacío de creación. Lo más natural era  que sus manos y su mente le permitieran crear como siempre fue cuando sus manos deslizaron suavemente la pintura sobre la tela.
Le sorprendió el horario del almuerzo.
Le bastó un par de huevos y una fruta. Decidió que lo mejor sería caminar por algún rincón de la ciudad.
Observó con atención el día y como vio que el otoño amenazaba lluvia, decidió abrigarse con un  chaleco de lana. Tomó su carpeta y su tablero, aseguró la cerradura de su taller y salió.
Caminó largamente por el centro de la ciudad, se detuvo para contemplar las nuevas construcciones, observó las palomas de la iglesia y puso su mirada en las alturas.
Por la  calle muchos rostros iban y venían ajenos a su creación y a su mirada: hombres de faz rasurada con ese aire especial de quien domina la ciudad, distrayendo la mirada en los diarios de la esquina o en el cutis de cada mujer que pasa. Observó a los estudiantes deambulando como él por todos los portales en donde las tiendas exhiben sofisticados vestuarios.
En algún punto tropezó con la policía política que siempre evidenciaba su presencia y que fijaban la mirada en las personas algo diferentes.
Más tarde tomó dirección hacia el parque.
Ahora hacía frío y el cielo estaba revuelto. Caminó a través de los árboles y el césped. Caminó en el sentido contrario de mucha gente y pensó en el arte:
¿Qué era el arte? Meditaba,  crear, elevarse muy alto por sobre las demás criaturas y por sobre los elementos. Era volar y volar en las alturas, cerca de la divinidad, porque desde allí  las cosas y las formas adquieren una dimensión nueva.
Pero al mismo tiempo, crear era descender, ubicarse tan cerca de la tierra, hasta poder tocar la arena con los ojos, hasta poder sentir en la frente el paso de los insectos, y escudriñar los pensamientos del hombre, porque de esta manera la creación estará al alcance de todos.
Pensó que habría que estar muy arriba, junto a las estrellas, pero tan abajo como la tierra misma y así el camino de la creación interpretaría nuestras realidades.
Una, otra y otra, las leves gotas de lluvia tocaron su faz. Una débil garúa, la primera del año, casi imperceptible. Era el día viernes y el parque se encontraba desierto, en la larga avenida de árboles viejos y escaños grises no había nadie.
En aquel lugar la naturaleza era hermosa, la majestuosidad de la hierba y su frondosidad golpeaban sus sensibles pupilas, su corazón se conmovió porque el cielo descendía y la naturaleza le pertenecía. Muy lejos de allí se escuchaban los bocinazos e instrumentos de percusión.
Caminó por la hierba esponjosa como si el camino ya estuviese trazado mientras el arco de follajes ocultaba un cielo gris de intensa luminosidad y llegó a ese lugar extraño.
    
Oculto en el último rincón del parque había un gran rectángulo. Algo semejante a una inmensa pista de bailes o a un gran escenario que con seguridad tenía que ver con una construcción antigua.
En los costados se levantaban unos pilares similares a las grandes columnas de los templos griegos que siempre vienen en las postales.
Álvaro permaneció contemplando el movimiento de la brisa y luego descendió para sentarse a los pies de un descolorido pilar amarillo. Era hermoso el lugar y desde allí dominaba esa gran pista, el césped y los escaños.
Preparó  sus carboncillos y su  tablero de dibujo.
En ese momento, cuando al mirar hacia el costado apareció la imagen que extrañamente no había percibido: A corta distancia, sentada junto a otra columna, una muchacha le observaba atentamente. Largos sus cabellos y su mirada perdida en algún punto. Esta vez sonreía y miraba con mucha curiosidad como Álvaro iniciaba los trazos en el papel.
No fue interesante para la muchacha las trivialidades de la charla de Álvaro, más bien se distraía mirando el movimiento de la hierba y el follaje de los árboles vagando con su mente en lejanos pensamientos. Sus ojos tan pronto parecían luminosos y vivos, como tristes y somnolientos y su sonrisa momentánea se transformaba en una delicada rigidez.
Álvaro dejó su tablero, las gotas de lluvia se transformaron en brisa y en aquel lugar surgió una pequeña primavera. Caminaron por el prado húmedo mientras la niña hablaba del infinito y de las estrellas que titilan desde millones de años, habló de las órbitas de los globos luminosos y de los planetas que son cobijados por muchas lunas celestes. De pronto enmudecía y sólo se escuchaba el roce de los pasos al caminar sobre la hierba.
La noche llegó prontamente y la ciudad encendió sus farolas...


Sentado en el último asiento del bus, recorrió con el recuerdo aquel día y el último encuentro de la tarde, sin duda la noche sería extensa.
Iluminó su taller y sintió esa extraña inspiración que domina el alma del artista. Tomó una hoja y sus dedos rasgaron la blancura, allí apareció el rostro de la niña de la tarde entre la hierba.
Entonces vino a él una obsesiva pasión, la tela más grande conservada los últimos días, la ubicó en el atril. los colores escaparon, las pinceladas se reactivaron, apareció en su mente el mismo cielo gris, el verde azulado de los árboles, el mismo fulgor de la brisa, la mirada perdida e intensa, los cabellos mecidos al viento y su inquietante ímpetu por los colores y la libertad de deslizar los pinceles en los espacios de la tela.
La pintura le acompañó durante la noche, sin sueño y sin cansancio y cuando el clarear del alba apareció por el oriente observó la pintura y sobre el sillón se durmió.

En su breve sueño, siguió pintando y vagó por el espacio entre formas y colores.
El sol de la mañana iluminó su faz cansada y sin afeitar. Sus labios rojizos descansaron en su mano derecha y su cabello gris y revuelto le cubrió la frente.
Entre los colores de la noche anterior y el trinar de las avecillas que saludaban el tenue sol de la mañana, Álvaro se despertó.
Allí estaba la tela que esperó por tanto tiempo el roce del pincel y la pulcritud de su tratamiento. La pintura dejaba ver el rostro de  una hermosa muchacha de cabellos largos y grises que caían sobre el hombro semi levantado, en otro plano estaba el parque y más allá el cielo luminoso de la tarde.
La noche fue muy breve y el deseo de pintar, muy intenso, de modo que esta mañana al observarlo con una lucidez renovada, su mirada se tornó más crítica.
Era, sin duda la misma muchacha, el rostro delicado y pequeño, algo de palidez. Sus labios finos diminutos y redondeados y el mismo cabello. Parecía como que descansaba en las antiguas columnas bajo la tarde gris y con la brisa juguetona. Era ella.
Mas, algo estaba ausente, tal vez la mirada, tal vez la exuberante naturaleza, tal vez el gris del cielo o quizás la transparencia de su cutis. Algo estaba ausente.
Álvaro entonces una vez más quiso revivir las imágenes, se levantó y mezcló los colores sobre su paleta, concentró su trabajo y modeló una vez más ese rostro y todo el entorno de la magia del tarde anterior.
Las horas se desvanecieron ante el atril a tal punto que la lámpara que permanecía encendida, le sorprendió con el ocaso de la tarde e iluminó el taller al caer la noche.
No consumió alimentos ni descansó, sólo muy tarde, cuando ya los ruidos se multiplican en la complicidad del silencio nocturno, rendido, contempló satisfecho su obra y no tuvo fuerzas para contrarrestar el sueño.
Durante la noche, su astral le llevó a mundos fantásticos. Un coro de luciérnagas, grillos y aves pequeñas le acompañó en su vigilia. Caminó por un sendero profundo y vio que el cielo descendía en tonos multicolores, la intensidad del violeta y del carmín construían un mundo de formas desde donde emergían unos ojos grandes y penetrantes, las pupilas del parque y la misma mirada que le vio dormirse desde la tela. 
El tiempo y el espacio perdieron las proporciones y muchos seres extraños se aproximaban a él. La visión dulce y confusa le acompaño en un profundo sueño.


Pero algo inesperado ocurrió a la siguiente mañana.
Aún algo adormilado dirigió su mirada a la tela sobre el atril y lo que presenció fue inexplicable, se acercó más aún para ver el espectáculo y lo que vió le pareció horrible:
Sobre el extremo del atril, los colores se habían unido en un espectral tono gris. Sobre el tramado de la tela los colores se escurrieron como si un extraño y desconocido líquido hubiese sido arrojado de arriba a abajo, algo similar a que se derrame pintura sobre un muro húmedo.
El rostro de la muchacha ya no estaba allí, ni el verde majestuoso de la tarde ni la luminosidad del cielo.
Era como la prolongación de su sueño.
Álvaro no encontró una explicación a todo lo que sus ojos veían, examinó con atención la tela y sólo parecía como una aguada de diluyente, la que usan los artistas en la parte previa de la aplicación del óleo.
Sin embargo, al mirar el contraluz que casualmente Álvaro lo hizo, podía apreciarse una extraña figura concéntrica que delineaba un sinfín de fractales con su interminable secuencia de formas. Algo muy extraño que nunca estuvo en su diseño.
Álvaro sintió que una lágrima humedecía sus mejillas e intentó atisbar el paisaje exterior que ocultaba una niebla fría. 
La muchacha había expresado una indecifrabale frase al perder su mirada en el infinito y ahora la recordó:
¿Creerías tú que a veces las palabras como los suspiros y los viajes en el tiempo, duran miles de años?
¿Podrías creer que esa estrella que se asoma, hoy ya no existe..?








3/3/11

MUÑECA




Las enormes pupilas azules, con el sol del atardecer, brillaban como dos luceros en el fondo de la vitrina del bazar. 
Se reflejaba en ellas , como en un espejo el paisaje exterior.
Ahí, en el centro de un sinfín de regalos, se encontraba la hermosa muñeca de loza.
Casi impecable, de no ser por el polvo que cubría su fina ropa de terciopelo azul y encaje blanco.
Dos aureolas rosas adornaban su redondeada y pálida cara, de un color similar eran sus labios que dibujaban una total armonía en su rostro.
Además de su hermosura, lo que más resaltaba en ella, era la melancolía de su mirada y la tristeza de permanecer tanto tiempo inmóvil en el mismo lugar.

En los suburbios, más allá de la avenida, junto al camino desierto, una vivienda pobre , una familia modesta y una pequeña niña que sueña.
Es una niña risueña de no más de nueve años, una niña inquieta y extrovertida que entre la Escuela y los quehaceres de la casa no tiene tiempo para jugar.
Su aspecto desordenado, con los cabellos al viento, da cuenta de heridas en las rodillas de tanto correr sin detenerse.
La niña se detenía cada terde frente a la vitrina del bazar, era una escena cotidiana este diálogo mudo entre la pequeña y la hermosa muñeca de loza.
Los grandes ojos azules de la muñeca hermosa, avivaban su imaginación y despertaban cada día un profundo anhelo de jugar con ella, peinar sus cabellos rizados, sacudir el polvo de sus hombros y acurrucarla junto a su pecho igual como hacen las madres en su tierna maternidad 

Casa atardecer estaba allí, siempre hermosa, al fondo de la vitrina.
Cada día la dulce niña acaricibia desde lejos las mejillas rosadas de la muñeca y con ello , palpitaba su corazón.
Su deseo de tenerla era creciente en su csa pobre, más allá de la avenida.
Así son siempre los sueños de los niños.



Una tarde de invierno, todo se rompió abrupatamente.
Un presentimiento extraño y secreto le invadía mientras aceleraba el paso para llegar al bazar donde una vez más soñaría con sus juegos.
Se confabuló la brisa del invierno, el ajetreo normal de cada día viernes y la soledad de sus juegos infantiles,
La pequeña corrió para llegar pronto a la esquina y encontrarse con esos ojos azules.
El espacio de la muñeca estaba vacío.
Un escalofrío recorrió su cuerpo menudo y un suspiro se ahogó en su garganta, sus dedos temblorosos se retorcieron nerviosamente y dos lágrimas se deslizaron por sus mejillas hasta los labios entreabiertos y secos.
La noche venía lentamente y las luces del barrio se encendían. Los ojos buscaron tristemente el suelo y una ilusión llegaba a su fin.

No muy lejos de allí, otra pequeña niña apresuraba el paso. Su corazón latía fuertemente mientras sus brazos aprisionaban una muñeca de loza.
Los enormes ojos azules y las rosadas mejillas parecían haber encontrado un alma gemela.
Ella había sacudido el polvo de su terciopelo azul y se escuchaba el íntimo murmullo de su voz:
"Mi hermosa muñequita, mi muñequita linda.."
Su joven madre la tomó de la mano, le ajustó el sombrerito rojo y apresuraron el paso para cruzar la calzada.
Su padre la esperaba junto al automóvil plateado y desde allí emprendieron el fugaz viaje.
Sobre la ciudad comenzaba a llover.